Llegas a tu jardín, pones la manguera, abres la llave y empiezas a moverla de un lado para el otro, con el poder de la lluvia en tus manos, por un periodo indeterminado de tiempo, calculando la cantidad óptima de riego mediante cálculos complejos de base emocional, lo que por el sur se denomina “a sentimiento” y más extendidamente “a ojo de buen cubero”.
Para regar adecuadamente tienes que cumplir tres requisitos:
- Saber cuánta agua consumen tus plantas (es la parte más complicada).
- Saber cuánta agua le estas aportando a cada planta.
- Ser capaz de darle a cada planta el agua que necesita, ni más ni menos, o sea que el riego sea eficiente.
Conseguir regar con una manguera de manera eficiente no es difícil, es virtualmente imposible. Se estima que esa manera de regar solo consigue un 60% de eficacia, no es matar moscas a cañonazos, pero el símil ahora parece menos descabellado.
Por lo que la manguera solo debe ser usada en ocasiones en las que otros métodos (goteo o aspersión) son inviables. A falta de pan buenas son tortas, pero si hay pan…
Ya desde el diseño del jardín debe tenerse en cuenta cómo vamos a instalar el riego, por donde va a discurrir la red y las tomas de agua que necesitamos. Aun así, seguimos viendo grandes jardines diseñados por costosos paisajistas y regados por profesionales con una manguera un 15 de Julio a las 12 del mediodía.
El uso de la manguera tiene que ser excepcional, para regar quizá macetas o a algún familiar despistado en verano, pero nada más. Para ello usaremos siempre que podamos el riego por goteo, que con las nuevas tecnologías es prácticamente siempre, evitando incluso el riego por aspersión.
¿Y cómo riego el césped sin manguera y sin aspersores?
Se puede, y lo vemos en este post: Cómo regar el césped sin manguera y sin aspersores
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